domingo, 10 de mayo de 2009

F i j o

Te despertaste justo a las 6 con 31 minutos de la mañana de aquel año, decidiste comenzar una pequeña rutina a lo largo de tu pequeña estadía en esa bella comunidad; vaya que costó trabajo levantarse...

Fuiste minucioso con el ruido que provocabas al buscar tus zapatos y posteriormente al abrir la puerta cuya cerradura se atrancaba por el frio de las mañanas, cerraste con cuidado y te admiraste al salir, no por el paisaje, sino por el nulo paisaje tan inexistente a la luz de tu mirada. Una persiana de niebla te envolvía y solo te dejaba ver entre rendijas más haya de 5 metros; optaste por caminar despacio y cautelosamente y la orilla de la carretera.

Al paso de 5 minutos escuchaste que un camión se acercaba a gran rapidez, de inmediato saliste del camino y viste pasar a un grupo de paramilitares que te miraron con desdén por unos segundos, hiciste caso omiso y continuaste. En breve, la niebla se desvaneció y ante tus ojos lo viste, sentiste y te perdiste, corriste a toda velocidad con la mirada perdida, era como tener cerrados los ojos y tener al interior de tus parpados dibujada esa imagen, la ropa se te desagarraba, tus pasos fueron tan rápidos que se fueron despegando poco a poco del suelo, aprovechaste la bajada del camino, saltaste para probar suerte... no funciono, -no pasa nada- pensaste, mientras tanto aparecieron niños de tras de ti soplando para ayudarte. lo lograste, el bello canto tzotzil te mantuvo flotando impregnado de esa cultura. Cultura inexistente para su nación disfrazada del llamado folklore, personas sin nombre, obstáculos para el desarrollo social integral del país según el gobierno, gente perdida en sus sueños mismos, perdida en su fe.

Ríe, grita, llora, sufre y yo me sigo elevando, alejándome estoy, cada vez los veo brillar más...

Nunca había tenido los pies tan fijos sobre la tierra.




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